Esteban José Mieres Rosas

El jueves, 23 de abril, salí de mi casa, muy temprano. Llevaba 25 días continúo sin ir al centro de la ciudad, no sólo por respetar la cuarentena, sino porque además, me ha sido muy difícil conseguir dinero efectivo para pagar el transporte público. Lo más lejos que había ido, fueron tres visitas a mi pana Fremio Rosal en la calle 4 de Playa Grande. En ésta oportunidad tenía planeado pasar primero por la oficina de amigo Ihsan Saladino, con quien tengo más de un mes sin conversar. La última vez que lo hicimos fue en una invitación que él me hiso para tomarnos un café en la panadería Karrussel, donde hablamos un poco de la situación en Carúpano a causa de las recientes medidas tomadas por el presidente de República Nicolás Maduro. En la noche anterior él me había indicado, vía Whatsaap, que iba a estar  en su oficina hasta las 9 de la mañana, que si podía pasar por ahí para tomarnos un rico café y conversar un rato. Luego ir a los estudios de Turístik 96.9 FM para encontrarme con mi pana Ivan Garnier y ver cómo van las cosas por la radio. Para finalmente ir a casa de mi mamá en San Martin, aunque Maita está, desde antes de la cuarentena, en casa de mi hermano Yonis en Los Morenos de Charallave.

Conociendo lo estricto que es Ihsan con el horario me alisté desde muy temprano y partí de mi casa a las 8:10 de la mañana, aproximadamente.  Bajé dispuesto a caminar hasta la Avenida Principal de Playa Grande, en eso vi al Gavilán (Argenis Alcalá) en su casa, como le debo dos casabes me acerque a preguntarle cómo pagárselo, debido a la situación del dinero efectivo. Con él se encontraba mi vecino Jhon y entablamos una conversación sobre la situación económica del país y el mundo con respecto a la baja de los precios del petróleo, en eso apareció una buseta que iba para el centro, corté mi intervención y corrí a montarme en ella. No podía perder esa oportunidad que me ahorraría la larga caminata. Al llegar a la Avenida principal de Playa Grande el colector de la unidad informó que ellos llegaría sólo al Mercado, quienes quisieran se podían bajar y tomar otra buseta que lo llevaran al centro. Ni loco me bajaba yo de ahí, con lo difícil que está el transporte público. Es más las personas que subieron al vehículo en ese momento decían que llevaban tiempo esperando transporte.

Al llegar al Mercado me dirigí a calle Acosta, rumbo a la oficina de Ihsan. Justo frente a Autocamiones Real me encontré con el profe Romualdo Viña. El me preguntó sobre Calletacarigua y con eso iniciamos una interesante plática sobre el periodismo y la situación del país, la cual duró un poco más de media hora. La llegada de su esposa corto mi charla y sin una despedida formal él se subió a su carro y yo continúe mi marcha en pos de encontrarme con Saladino. Aunque no tenía reloj, me imaginé que ya pasaban las 9 de la mañana y que muy probablemente él no estaría en su oficina. Al pasar por las antiguas oficinas de Saladino Motor y mirar por su ventanales de vidrio pude observar que no estaba equivocado, ya él se había ido. Entonces seguí cruce a calle Independencia y sin detenerme seguí hacia el Centro Comercial Olas del caribe, donde están ubicados los estudios de Turístik 96.9 FM.

Al pasar frente al Hotel Lima, observé que en Munchi Café había colocado una bodega, o como lo llaman hoy en día un bodegón. Pensé que fue una buena idea para afrontar la situación que le ha generado la cuarentena. Ahí conversé un poco con el negro Renault y continúe mi marcha, hasta llegar a los estudios de Turístik. Saludé a Cristián Morejón, el operador estrella de la radio, le pregunté si Ivan estaba en la radio y él me indicó que estaba en su oficina. Efectivamente estaba sentado frente al escritorio con el celular en la mano. Conversamos sobre la situación de la radio y de otras cosas más. A las 11 de la mañana me despedí y salí rumbo a la casa de Maita en San Martín. Cuando iba saliendo de la emisora Ivan me recordó que pasara por la Alcaldía a ver si había algo por allá. Yo no tenía pensado pasar por ahí. No le respondí y arranque mi camino.

Frente al centro comercial Galería Stredel y ver el local de Fotobazar, pensé inmediatamente en mi pana Domingo. En cómo le estará yendo con la cuarentena. En eso veo a un amigo de él y le pregunté. Me respondió que la vaina la ha tenido muy jodida porque no está haciendo fotos. Lo que yo me había imaginado. Al ver la Alcaldía, me acordé de lo que me había dicho Ivan y de que tenía tiempo sin saber sobre Jesús Ordaz. Titubeé un poco y me decidí a entrar. En eso venia saliendo mi pana Jesús Ordaz, con sus caminar de comisario, ya un poco lento por la edad, pero siempre arrogante. Conversamos un rato en el pasillo y luego subimos a la oficina del Dinci, donde estaban Otto Irazabal y Jesús Sanatamaria. Luego de un rato salieron Otto y Ordaz, quedándome hablando con Chuchu Santamaria. Ahí pasamos un buen rato analizando la situación mundial. La conversa estuvo buena pero debí dejarla porque eran casi la una de la tarde y debía llegar a casa de Maita y regresar antes de las 2, debido a que hasta esa hora permiten el transporte público. Salí de la Alcaldía y emprendí mi camino para San Martín a paticas, por calle Carabobo, cruzando Quebrada Honda.

Luego de haber de caminado por toda la Avenida Principal, con un sol fuerte y pocas personas en la vía llegué a la calle Tacarigua, donde está la casa de Maita. Mi preocupación en todo el trayecto de la Alcaldía hasta aquí y cuando abría la puerta principal de la casa era si mi hermano Zuley había hecho comida y le quedaba algo  para mí, porque el hambre me estaba matando. Al entrar Zuley estaba en la cocina preparando comida. Sentí un gran alivio, lo salude y entre al cuarto de Maita a descansar un rato. Una vez que comimos y hablamos un buen rato, donde me contó, con lujo de detalles, el asesinato de Boca e’ leche y acordamos ir los dos a Charallave para ver a Maita y llevarle un medicamento que le mandó mi hijo, Gabriel Enrique, Zuley salió del cuarto me quede dormido.

Al despertar, vi que eran las 3:30 de la tarde, me acordé que tenía que visitar a mi hermano Alexis que vive en la calle 9 de abril y que tenía que hacerlo temprano para evitar que el convoy del ejército, o la patrulla de la guardia o el coronabus me consiguiera en la calle y me llevara. También tenía que visitar a Mi Madrina, Esthel, quien vive al frente de Maita. Salí inmediatamente y frente a la casa de Mi Madrina estaban sentados mis amigos Chuito y Ramón Comadreja, acompañado de Francelis una chica de la calle 9 de abril. Conversamos un buen rato hasta que salió Mi Madrina le pedí la bendición, ella no me reconoció porque estaba peleando con Juan Noguera, quien estaba sentado en el porche de su casa. Emprendí mi camino para casa de Alexis. En casa de Alexis conversé con él y Mercedita, su esposa, quien me brindo un sabroso café. Saludé a Vanessa, mi sobrina y a sus hijos Nicole, Oscari Paola y Leonardo.

Salí de la casa de Alexis como a las 5:45 de la tarde, un poco preocupado por la hora de pasar las autoridades recogiendo a la gente que este en la calle. Alexis me había dicho que por ahí no pasaban. De hecho me contó que dos hijos de Mildre habían llegado de Caracas hacía dos días y nadie lo había ido a ver, aunque varios vecinos enviaron mensajes al teléfono de la Alcaldía. Ellos estaban preocupado porque no sabían si esos muchachos podrían estar infestados y andaban por la calle caminando sin ninguna protección. Me encontré con mi compadre Luis José y su papá, Juan Pérez, conversamos un rato y seguí rumbo a casa de Maita.

Luego de haber cenado, cuando me disponía ir al cuarto para ver un poco de televisión y luego dormir, veo que en frente de la casa de Juvenal estaba Lovelia Cristina, la saludo y ella me llama para conversa, cosa que hicimos como hasta las 9:30 de la noche. Nos despedimos y me fui a dormir.

El viernes 24 de abril, me desperté a las seis de la mañana y me puse a ver televisión mientras zuley se alistara. A las 6:30 él tomó un balde blanco, donde llevaba un kilo de arroz para Maita, se puso su mascarilla y me invito a salir. Yo me puse mi camisa y mi mascarilla y salí. Emprendimos la marcha rumbo a Carúpano Arriba, cruzamos a la Avenida Circunvalación Sur, hasta llegar a Los Molinos, donde continuamos por la Avenida Universitaria Rumbo a Charallave. Al pasar frente a la Casa de La Caridad Santa Ana, sede de Caritas Carúpano, recordé que Alcibiades Perdomo está sin medicamento para la tensión y la diabetes. En eso apareció Moncho (José Ramón Fernández coordinador del Programa SAMAN de caritas). Moncho y yo nos conocemos desde la infancia. Nos saludamos y como no recordaba los nombres del medicamento de Alcibiades, acordamos que al regreso lo buscara. Seguimos nuestro camino y finalmente llegamos a casa de mi hermano Yonis Mieres.

Zuley llamó a Yonis, quien abrió la puerta de metal y se sorprendió al verme, llevábamos unos cuantos meses sin vernos. Nos abrazamos y entramos a la casa. Maita aún estaba dormida, desde hace tiempo ella no tiene horarios para dormir. En la casa también estaba Alicia, la esposa de Yonis y su papá, el señor Ezequiel Brito. Iniciamos la conversación Zuley, Yonis y Yo sobre la familia y la situación del país. Luego se incorporó Alicia, quien preparaba el desayuno. Maita se levantó e inmediatamente me pregunto por Esteban Andrés, Miraidys y Gabriel Enrique. No se le pasó preguntar por las medicinas que Gabriel Enrique le había prometido. Alicia sirvió el desayuno, mientras seguíamos la conversación, que sin darnos cuenta se concentró en Dios, Jesucristo y su palabra. Zuley y Maita se fueron para el porche de la casa y continuamos Yonis, Alicia y Yo.

El vecino de Yonis en plena acción.

Después de un largo rato de charla, Zuley me recordó que el tiempo había pasado y que teníamos que regresar. Ya eran la 10:30 de la mañana y todavía nos faltaba pasar por casa de nuestra hermana Yraides. Ya cuando salíamos recordé que Miraidys le había mandado a pedir unos limones a Alicia. Le dije a Yonis, porque Alicia había salido de la casa. Fuimos al patio y él recogió unas naranjas cajeras y me las dio, la metí en una bolsa que me había dado Miraidys y luego en mi bolso. Yonis también me dio una mano de cambur chiquito, esa es una costumbre de él cada vez que uno lo visita. Ya en el porche compartimos un rato con Maita y pude observar como el vecino del frente tumbaba una inmensa mata maco o cotoperí que ha estado es ese sitio por muchos años y que ya le estaba haciendo daño a las casas. No aguanté la tentación le hice algunas fotos. También fotografié la reunión mis hermanos con Maita. Nos despedimos y salimos rumbo a Barrio Sucre.

Pasando nuevamente frente a la Casa de la Caridad Santa Ana, Zuley me recordó que tenía que hablar con Moncho. Pregunté por él y salieron inmediatamente a buscarlo. Mientras esperaba por Moncho pude observar que la cuarentena no ha detenido el trabajo de Caritas y las otras organizaciones que cohabitan en la Casa. Atención médica  y entrega de medicamento, completamente gratis. Regreso la persona que me había atendido antes y me indicó que Moncho estaba ocupado atendiendo a unas personas. Decidí seguir el camino, debido a que ya la hora avanzaba y se acercaba el momento de no conseguir carro para regresar a mi casa.

Entramos a Barrio Sucre o Urbanización Pedro Elías Aristiguieta, como a las 11:40 de la mañana. Apenas me quedaba 2 horas y 20 segundos para que suspendieran el servicio de transporte público y aun me quedaba un buen trayecto para llegar a la parada. Así que llegamos a casa de Iraides e hicimos como San Blas. Ella estaba preparando almuerzo, como si no hubiese estado esperando. En eso llegó Benito, su esposo, almorzamos y salimos a pasos acelerados, no quería quedarme sin trasporte.

Bajamos por calle Carabobo, el sol estaba en pleno apogeo. Al llegar a calle San Félix nos despedimos. Zuley siguió rumbo a San Martín y yo a la parada de Playa Grande, en calle Libertad. Tenía la sensación que ya no encontraría transporte. Las calles estaban vacías y la mayoría de los negocios cerrados. En efecto ocurrió como había pensado. En la parada se encontraban 6 personas. Los mototaxista de la esquina gritaban para ver si alguien se iba con ellos. Ya a las 2:00 de la tarde consiente de que no vendría buseta emprendí camino a El Pujo, se siguieron los dos últimos jóvenes que había llegado a la parada. Uno de ellos se acercó a mí y comenzamos una larga conversación que quedó pendiente para continuarla otro día. Así llegué a casa, casi sin fuerzas.

Luego de un rato descansando, sentado frente al televisor, salió Miraidys del cuarto donde estaba durmiendo la siestas y me reclamó porque estaba preocupada por mí. Como no lo iba a estar si llevaba más de 30 horas sin saber de mí. No le pude avisar donde estaba porque el teléfono de la casa de Maita al marca a mi casa sonaba como ocupado y las veces que ella llamó a casa de Maita yo estaba en casa de Alexis. Mas trade le dije a Miraidys que me dolía todo el cuerpo, por la larga caminata y ella me contestó “sana con gusto no pica” y yo le respondí y si pica no mortifica.